La Real Academia Española (RAE) define en su Diccionario del español jurídico el concepto de objetividad como \»principio complementario al de imparcialidad que exige actuar atendiendo a criterios objetivos, es decir, relacionados con el objeto sometido a consideración y nunca con los sujetos interesados\». Desde que entramos a la Facultad de Comunicación, \»objetividad\» es una palabra común en todas las materias. Aunque la objetividad sea prácticamente inalcanzable por el ser humano, subjetivo por naturaleza, los periodistas siempre debemos tenerla presente. Más aún cuando nuestra información se dirige a la sociedad.
Sí, está claro que, cuando uno trabaja para una entidad, debe atender principalmente a los intereses de la misma. Olvidarse de esa utopía. Pero, ¿qué ocurre cuando trabaja para las instituciones públicas? Cuando desarrollas la ardua labor de comunicar para la ciudadanía, te enfrentas a un gran desafío. ¿Os imagináis cuántas personas dependen exclusivamente de lo que escribes o enseñas? Muchas estarán en sintonía con la forma de pensar del ayuntamiento u organismo en cuestión –razón posible por la que les siguen a través de sus redes sociales–. Otras, no tanto.
Olvidar que eres un servicio público, el gran peligro
Este es el gran motivo por el que es tan complicada la comunicación institucional. Elegir una correcta estrategia de comunicación que sirva a todos y todas por igual es lo más difícil. El método empleado debe estar adecuado según el organismo en cuestión y estar determinado por los intereses de los ciudadanos, nunca por criterios partidistas. Obviamente, sin caer en el sectarismo. Al fin y al cabo, estás ofreciendo un servicio público.
Los gabinetes de imagen existen para mantener y/o mejorar la impresión que ofrece alguien o algo al público general. Esa imagen puede estar condicionada directamente por cómo funcione su red de comunicación e información. Una información amena, directa y neutral, permitirá que los usuarios del servicio se identifiquen con el organismo. Un uso indebido causará desastres de grandes magnitudes. Ejemplos de errores en la comunicación institucional los tenemos por doquier. Por esta razón, es tan importante una buena gestión de la imagen corporativa o institucional de una organización.
Pon un Community Manager en tu vida
En Equipo de Comunicación ya os hablamos con anterioridad la importancia de saber escoger al capitán del barco para evitar que se hunda. Uno de nuestros artículos dictaba claramente lo necesario que es el tener a un Community Manager en tu vida. La realidad es que es muy peligroso ceder el testigo a alguien sin la cualificación necesaria. Y no creáis que la formación puede obtenerse manejando a diario los medios digitales y las redes sociales. Los conocimientos que tiene alguien con años de práctica y estudio del contexto en el que se mueve la información son imposibles de adquirir por un usuario común. Cualquiera puede utilizar las redes sociales y los servicios de comunicación electrónica, pero no cualquiera puede emplearlos eficazmente.
Uno de los perjuicios que se puede sufrir, si se obvia este plano de representación, es la pérdida de credibilidad e integración de la persona. La cercanía disminuye y se crea una brecha que, cada vez, será más complicada de saltar. Bien sabido es que no hay nada peor que un vecino o vecina que no cree en nosotros y no se siente partícipe de nuestra comunidad. Además, es habitual que el flujo de comunicación e información con el exterior se vea reducido. No es lo mismo tener a alguien encargado de la tarea específica de dialogar con la gente, enviar notas de prensa, promocionar actividades… que no tenerlo y dar esa función a otros con otros quehaceres en su día a día.
Ser neutral y objetivo por la igualdad
Pero la falta de neutralidad al caer en la subjetividad inherente es lo más grave. Porque una comunicación institucional debe atender a los intereses generales y nunca a los partidistas. Y el periodista o comunicador externo a la organización aporta un gran valor: el valor de la objetividad.
Por otro lado, configurar un plan con calidad no es una tarea fácil. Es necesaria la formación para atender a las necesidades de estos tiempos, en los que la comunicación multisoporte, online y offline, son el pan de cada día. El comunicador y periodista polifacético, capaz de ser una persona multitarea, desempeñará correctamente las funciones de fotógrafo, editor, web manager, community manager, redactor, técnico, publicista…
Hacer frente al desafío de la comunicación solo es válido para los valientes. Porque una comunicación institucional, como algunos intentan vender, no puede \»llevarse sola\». Los comunicadores garantizamos que los organismos públicos sirvan a la sociedad bajo el principio de igualdad. Igual que un incendio no puede apagarse solo, requiere de un bombero con su equipo específico. Una correcta comunicación con la ciudadanía necesita de un buen profesional que la guíe por el rumbo más seguro que exista. Permítenos ser los capitanes que vuestros barcos merecen.